martes, 7 de agosto de 2018

EL VERANO EN EL PUEBLO

Corrían los años 50 y 60. ¿Pensar que el verano era aburrido en el pueblo? Pues no.
No teníamos calor nunca. Porque en la edad de niños no se sienten los años ni el calor. Y yo diría que ni el frío. Por eso estábamos casi todo el día en la calle.
En verano nos íbamos al río, que por cierto nunca se quedó seco. Siempre corría agua y las mujeres iban a lavar la ropa con su canasta y su tabla de lavar. Mientras los niños nos entreteníamos como podíamos. 



En el agua haciendo pequeñas balsas con piedras y tierra que después abríamos para ver como bajaba el agua en tromba. Buscando pequeños bichos en el agua. Y lo que es peor, tirando piedras a la parte baja del puente que era de madera y que teníamos que correr para que no nos cayera encima. Alguna que otra al regreso nos hizo un tolano.
Cuaderno de la década de los 50
 Los días que no íbamos al río, nos íbamos a la plaza del pueblo, que por cierto tenía árboles. Y jugábamos allí y en cualquier calle.

Lo peor era la tarde cuando nuestras madres después del almuerzo, echaban las moscas a la calle utilizando el delantal o cualquier otro trapo y cerraban las puertas y ventanas. Era el momento de pintar, escribir, leer y así había que aguantar hasta la caída de la tarde que cuando se iba el sol se abría todo para refrescar la casa.
Por las mañanas se echaban las cabras y los cerdos a la calle al toque de un cuerno o una trompeta.
Libreta de la década de los 50
Contraportada de las libretas donde se insertaba la tabla completa de las cuatro reglas.
Y por la tarde, cuando volvían las cabras y los cerdos de haber pasado el día en el campo, nos acercábamos al rebaño y cogíamos nuestra cabra y la llevábamos a casa. Bueno es un decir, la cabra sabía el camino. Nosotros aprovechábamos para ir subidos en ella. Anda que el animal con la ubre llena de leche estaba como para soportar el peso nuestro. Claro, teníamos que bajarnos antes de llegar a la casa porque si no nos caía una buena reprimenda sino un azote.
No había TV. La radio o emisoras de radio, que habían iniciado sus emisiones a las doce, cerraban una vez terminado el diario hablado de Radio Nacional (el parte como se conocía). Y no abrían más sus emisiones hasta las seis o las siete de la tarde. Ya a finales de los sesenta La Voz ce Granada de la cadena de emisoras sindicales se inventó los “discos dedicados”; que si bien en días normales no pasaban de media hora, en festividades como San José, La Virgen del Carmen y otras festividades duraban dos y tres horas. ¿Quién no se acuerda de aquellas canciones de Antonio Molina, Joselito, Manolo Escobar o la Paquera de Jerez? por poner un ejemplo. Y las dedicatorias: para Mari de su novio que mucho la quiere, para Pepe de su novia deseando que termine pronto el servicio militar y para José de su esposa en el día de su santo. Y lo que más me impactaba a mí, era aquella dedicatoria que decía: “para fulanito de tal que lo han operado, deseando que se recupere pronto”. Anda que fulanito estaba como para oír la radio; en un hospital, recién operado, sin transistores ni aparatos de radio. Luego cuando volvía al pueblo ya recuperado le decían: “te dedicamos un disco el día de tu santo. ¿Sí? Qué bien.

Siega
Luego por la noche venía Radio Andorra, Emisora del Principado de Andorra, con sus discos dedicados que duraban hasta las doce de la noche. En el pueblo la radio se ponía bastante elevado el sonido para oírla desde la puerta de la casa que se sentaban todos, incluidos vecinos y vecinas para tomar el fresco y escuchar los discos dedicados.
Trilla
Mientras los hombres segaban y barcinaban hasta las eras la cosecha (el trigo, la cebada, los garbanzos). Allí trillaban y aventaban la parva para separar el grano de la paja. Y de noche hacer

guardia en la era por varios motivos: Para que nadie se apropiara del grano y especialmente esperando el momento oportuno para aventar cuando el aire estaba en su mejor momento. Después había que llevar el grano a las trojes y la paja al pajar utilizando en la mayoría de los casos, -cuando había-, las piqueras.  Los niños aprovechábamos la trilla para pasearnos. Y de paso, darle un descanso al dueño para que se fumara un cigarro, bebiera agua o recogiera la era, que de darle vueltas con la trilla se esparcía fuera de su cauce.

1 comentario:

  1. Muy interesante el articulo , Aunque viviamos en la Chana me ha hecho recordar los veranos cuando me mandaban unos dias al pueblo en casa de mi la prima de mi madre , Maria de los Patutos.Bonitos recuerdos.

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